Aprimer golpe de vista produce pavor el divisar en la profundidad del gran azul un mamífero marino de la talla de la ballena jorobada o yubarta ('Megaptera novaeangliae'). A medida que asciende a la superficie para respirar, sus dimensiones se hacen colosales pues alcanza una longitud en estado adulto similar a la de un autocar, alrededor de 17 metros. Sin embargo, es de cerca cuando se comprueba su belleza, el carácter sociable y los movimientos elegantes y desenvueltos, a pesar de sus 40 toneladas de peso. El observador queda irremediablemente seducido por tan extraordinario cetáceo aún sin haber oído su cautivador canto, pero todo se hace más especial si, además, se tiene la oportunidad de escuchar sus largos y complejos sonidos de comunicación.
Los aficionados al avistamiento de cetáceos o 'whale' 'watchers' buscan a estos cetáceos por los principales océanos de todo el mundo donde habita, entre los 65 grados Norte y los 60 grados Sur. Según Pablo Cermeño, doctor en Biología Marina y presidente de la asociación Ambar para el estudio de los cetáceos, también las siguen los científicos, ya que es la ballena más estudiada debido a que sus marcas naturales permiten identificar fácilmente a cada ejemplar. Según el biólogo marino, además de tan vistosas características físicas, contribuye a su atractivo su espectacular y cooperativa estrategia para pescar pequeños peces y 'krill'. Para ello crean un corral, que consiste en un círculo de burbujas con el que concentran a sus presas y por el que ascienden otros ejemplares con la boca abierta para engullirlos.
La yubarta o ballena jorobada -así denominada por la giba sobre la que se asienta su aleta dorsal- es la ballena más popular para el turismo de observación de cetáceos. Sus hábitos la hacen ser avistable desde la costa. El turismo especializado se ha desarrollado en las últimas décadas y ya supone una importante contribución económica para países en vía de desarrollo.
Hasta el año 1966, la yubarta también fue perseguida pero no para contemplarla, sino para cazarla. Hasta hace poco tiempo esta ballena no ha sido el objetivo principal de los balleneros debido a que, una vez arponeada, tiende a hundirse. Sin embargo, a medida que las poblaciones de las demás especies se extinguían o disminuían en número, la yubarta se convirtió en una preciada captura. A ello contribuyó en gran medida su carácter sociable y confiado, que permite a los barcos un fácil acercamiento.
La Comisión Ballenera Internacional (CBI) se creó en el año 1946 por los países balleneros con la finalidad de gestionar los 'stocks' de ballenas que iban decreciendo y, por ello, amenazando el futuro de su industria ballenera. Su pésima gestión no sólo no logró la mejora sino que empeoró los contingentes de la mayoría de los cetáceos. En 1963, cuando la CBI prohibió su caza con fines comerciales, la población mundial de la ballena yubarta se había reducido en un 95%. Alrededor de 200.000 yubartas y más de 700.000 rorcuales aliblancos fueron cazados solo en el hemisferio sur durante el siglo XX.
No fue hasta el año 1986 cuando la CBI estableció la prohibición de la caza comercial para cualquier especie de ballena. Los países que habían sido los grandes cazadores de ballenas como Estados Unidos, Nueva Zelanda, Inglaterra o España se convirtieron en los más conservadores de dicha organización.
En los últimos años, la población de ballena jorobada ha pasado, según la UICN, del estatus de Vulnerable a uno menos preocupante. La población mundial estimada de yubartas se compone de 11.600 individuos en el Atlántico norte, de 7.000 en el océano Pacífico y alrededor de 17.000 ejemplares repartidos en las aguas del hemisferio sur, donde se encuentra el Santuario Ballenero Antártico, designado como tal en 1994 para ayudar a las ballenas en su recuperación.
Bajo la finalidad científica, que es uno de los dos motivos por los que actualmente se autoriza la caza de ballenas, cada país establece su propia cuota de una manera autónoma sin que ninguno de los 81 gobiernos contratantes de la comisión pueda evitarlo. Ni siquiera el Comité Científico de la CBI puede detenerlo. Cualquier propuesta necesita ser refrendada mediante el voto de una mayoría del 75% de los miembros. Las ayudas económicas que los países en desarrollo de la CBI reciben de gobiernos a favor de reanudar la caza comercial, como Japón, hacen que esta alternativa sea inviable.
A finales de 2008 la flota ballenera nipona, capitaneada por el barco 'Nisshin' 'Maru', emprendió su singladura hacia el Pacífico Sur. Las adversidades meteorológicas, la fuerte oposición que mantuvo la organización Greenpeace -que siguió con sus embarcaciones a la flota ballenera japonesa recogiendo evidencias para tomar acciones legales ante un tribunal internacional-, así como el amplio reflejo mediático y la oposición férrea que mostraron países como Australia lograron que Japón suspendiera su campaña. Pero en ese momento ya había capturado la mitad de la cuota establecida: 935 rorcuales aliblancos, 50 rorcuales comunes y 50 ballenas yubartas.
Los datos sobre la biología de las especies investigadas por los japoneses son escasos y mediocres a nivel científico y no revelan conocimientos esclarecedores. La actividad ballenera nipona genera con las 2.000 toneladas de carne cazada y despiezada cada año unos 33 millones de euros en venta mayorista, cifra que se triplica con su distribución minorista.
Pero Japón no está solo. En este empeño le acompañan países como Islandia y Noruega, que también encubren sus capturas comerciales bajo el mismo permiso con fines científicos. Además, Dinamarca se desmarca de las decisiones de la UE en materia de pesca y se acoge a otro de los motivos por los que es posible seguir cazando ballenas: la caza aborigen de subsistencia. Desde el año 2007, en cada reunión anual de la CBI solicita una cuota de captura de 10 ballenas jorobadas en las aguas occidentales de Groenlandia. El gobierno danés justifica tal incremento con el crecimiento de la población de la isla y la imposibilidad de criar ganado con que complementar las necesidades alimenticias de sus habitantes.
No obstante, la CBI se lo ha denegado sucesivamente, por considerar que las estimaciones entre la caza y el consumo están bien ajustadas. Además, no autoriza que la carne de ballena se transporte para su venta. En respuesta a su descontento, los daneses el último año añadieron más ejemplares de belugas y narvales a sus cuotas de caza aborigen de subsistencia.
Los conservacionistas sostienen que resulta insostenible la justificación de su caza con fines científicos. En la actualidad existen series de datos recogidos durante décadas sobre la alimentación de las ballenas, datos telemétricos (marcas satelitales y radiales) e identificación fotográfica y estudios de ADN de cualquier cetáceo. Cualquiera de estos métodos desvela muchos más datos biológicos que a través de técnicas letales. Además, esta práctica conlleva el peligro de alterar las poblaciones de cetáceos y los ecosistemas marinos. Algo que ya sucede con las especies sobreexplotadas como los rorcuales aliblanco y común.
La última reunión de la CBI, celebrada en Funchal (Madeira) a fines de junio, ha dado un respiro 'in' 'extremis' a las ballenas. Los países no lograron ponerse de acuerdo y dejaron para el próximo año la votación para permitir de nuevo la caza. Tras unas pocas décadas de cuidar al gran mamífero, algunos creen que ya es hora de ir por ellos. Un signo de los tiempos.
Los aficionados al avistamiento de cetáceos o 'whale' 'watchers' buscan a estos cetáceos por los principales océanos de todo el mundo donde habita, entre los 65 grados Norte y los 60 grados Sur. Según Pablo Cermeño, doctor en Biología Marina y presidente de la asociación Ambar para el estudio de los cetáceos, también las siguen los científicos, ya que es la ballena más estudiada debido a que sus marcas naturales permiten identificar fácilmente a cada ejemplar. Según el biólogo marino, además de tan vistosas características físicas, contribuye a su atractivo su espectacular y cooperativa estrategia para pescar pequeños peces y 'krill'. Para ello crean un corral, que consiste en un círculo de burbujas con el que concentran a sus presas y por el que ascienden otros ejemplares con la boca abierta para engullirlos.
La yubarta o ballena jorobada -así denominada por la giba sobre la que se asienta su aleta dorsal- es la ballena más popular para el turismo de observación de cetáceos. Sus hábitos la hacen ser avistable desde la costa. El turismo especializado se ha desarrollado en las últimas décadas y ya supone una importante contribución económica para países en vía de desarrollo.
Hasta el año 1966, la yubarta también fue perseguida pero no para contemplarla, sino para cazarla. Hasta hace poco tiempo esta ballena no ha sido el objetivo principal de los balleneros debido a que, una vez arponeada, tiende a hundirse. Sin embargo, a medida que las poblaciones de las demás especies se extinguían o disminuían en número, la yubarta se convirtió en una preciada captura. A ello contribuyó en gran medida su carácter sociable y confiado, que permite a los barcos un fácil acercamiento.
La Comisión Ballenera Internacional (CBI) se creó en el año 1946 por los países balleneros con la finalidad de gestionar los 'stocks' de ballenas que iban decreciendo y, por ello, amenazando el futuro de su industria ballenera. Su pésima gestión no sólo no logró la mejora sino que empeoró los contingentes de la mayoría de los cetáceos. En 1963, cuando la CBI prohibió su caza con fines comerciales, la población mundial de la ballena yubarta se había reducido en un 95%. Alrededor de 200.000 yubartas y más de 700.000 rorcuales aliblancos fueron cazados solo en el hemisferio sur durante el siglo XX.
No fue hasta el año 1986 cuando la CBI estableció la prohibición de la caza comercial para cualquier especie de ballena. Los países que habían sido los grandes cazadores de ballenas como Estados Unidos, Nueva Zelanda, Inglaterra o España se convirtieron en los más conservadores de dicha organización.
En los últimos años, la población de ballena jorobada ha pasado, según la UICN, del estatus de Vulnerable a uno menos preocupante. La población mundial estimada de yubartas se compone de 11.600 individuos en el Atlántico norte, de 7.000 en el océano Pacífico y alrededor de 17.000 ejemplares repartidos en las aguas del hemisferio sur, donde se encuentra el Santuario Ballenero Antártico, designado como tal en 1994 para ayudar a las ballenas en su recuperación.
Bajo la finalidad científica, que es uno de los dos motivos por los que actualmente se autoriza la caza de ballenas, cada país establece su propia cuota de una manera autónoma sin que ninguno de los 81 gobiernos contratantes de la comisión pueda evitarlo. Ni siquiera el Comité Científico de la CBI puede detenerlo. Cualquier propuesta necesita ser refrendada mediante el voto de una mayoría del 75% de los miembros. Las ayudas económicas que los países en desarrollo de la CBI reciben de gobiernos a favor de reanudar la caza comercial, como Japón, hacen que esta alternativa sea inviable.
A finales de 2008 la flota ballenera nipona, capitaneada por el barco 'Nisshin' 'Maru', emprendió su singladura hacia el Pacífico Sur. Las adversidades meteorológicas, la fuerte oposición que mantuvo la organización Greenpeace -que siguió con sus embarcaciones a la flota ballenera japonesa recogiendo evidencias para tomar acciones legales ante un tribunal internacional-, así como el amplio reflejo mediático y la oposición férrea que mostraron países como Australia lograron que Japón suspendiera su campaña. Pero en ese momento ya había capturado la mitad de la cuota establecida: 935 rorcuales aliblancos, 50 rorcuales comunes y 50 ballenas yubartas.
Los datos sobre la biología de las especies investigadas por los japoneses son escasos y mediocres a nivel científico y no revelan conocimientos esclarecedores. La actividad ballenera nipona genera con las 2.000 toneladas de carne cazada y despiezada cada año unos 33 millones de euros en venta mayorista, cifra que se triplica con su distribución minorista.
Pero Japón no está solo. En este empeño le acompañan países como Islandia y Noruega, que también encubren sus capturas comerciales bajo el mismo permiso con fines científicos. Además, Dinamarca se desmarca de las decisiones de la UE en materia de pesca y se acoge a otro de los motivos por los que es posible seguir cazando ballenas: la caza aborigen de subsistencia. Desde el año 2007, en cada reunión anual de la CBI solicita una cuota de captura de 10 ballenas jorobadas en las aguas occidentales de Groenlandia. El gobierno danés justifica tal incremento con el crecimiento de la población de la isla y la imposibilidad de criar ganado con que complementar las necesidades alimenticias de sus habitantes.
No obstante, la CBI se lo ha denegado sucesivamente, por considerar que las estimaciones entre la caza y el consumo están bien ajustadas. Además, no autoriza que la carne de ballena se transporte para su venta. En respuesta a su descontento, los daneses el último año añadieron más ejemplares de belugas y narvales a sus cuotas de caza aborigen de subsistencia.
Los conservacionistas sostienen que resulta insostenible la justificación de su caza con fines científicos. En la actualidad existen series de datos recogidos durante décadas sobre la alimentación de las ballenas, datos telemétricos (marcas satelitales y radiales) e identificación fotográfica y estudios de ADN de cualquier cetáceo. Cualquiera de estos métodos desvela muchos más datos biológicos que a través de técnicas letales. Además, esta práctica conlleva el peligro de alterar las poblaciones de cetáceos y los ecosistemas marinos. Algo que ya sucede con las especies sobreexplotadas como los rorcuales aliblanco y común.
La última reunión de la CBI, celebrada en Funchal (Madeira) a fines de junio, ha dado un respiro 'in' 'extremis' a las ballenas. Los países no lograron ponerse de acuerdo y dejaron para el próximo año la votación para permitir de nuevo la caza. Tras unas pocas décadas de cuidar al gran mamífero, algunos creen que ya es hora de ir por ellos. Un signo de los tiempos.
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